En el espacio entre la ventana y la puerta de la habitación sigue
estando el viejo arcón. Desde mi infancia recuerdo cómo cada noche mi
padre salía sonriente colgándose la llave en su cuello y tanto mis
hermanos, mi madre y yo, le preguntábamos qué guardaba en el misterioso
mueble y él siempre contestaba “mi más íntimo tesoro”.
Después de 62 años, estoy frente al baúl, con la llave que descolgué de su cuello antes de que fuera llevado al tanatorio; para nada me esperaba lo que encontré, miles de papeles cuidadosamente doblados en cuatro. Unos hablaban de un encuentro, en otros de desencuentros, muchos se referían a la naturaleza, a la familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, comerciantes o a situaciones cotidianas y sencillas y en todos un mismo empiece: “Gracias…”
Después de 62 años, estoy frente al baúl, con la llave que descolgué de su cuello antes de que fuera llevado al tanatorio; para nada me esperaba lo que encontré, miles de papeles cuidadosamente doblados en cuatro. Unos hablaban de un encuentro, en otros de desencuentros, muchos se referían a la naturaleza, a la familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, comerciantes o a situaciones cotidianas y sencillas y en todos un mismo empiece: “Gracias…”
Dos bellos relatos, Antonio. En verdad que los tesoros están en las cosas mas sencillas.. Feliz Navidad.
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