Fermincito era un niño de siete años que una noche de verano paseaba de la mano de su padre por el parque.
- Papá ¿eso es la luna llena?, dijo señalando la gran bola que colgaba del cielo, reluciente.
- Sí, hijo mío, eso es la luna llena, brillando con todo su esplendor.
- Papá ¿De qué está llena?
- De sueños, ilusiones y esperanza.
- Pero esas cosas no se pueden ver.
- Para eso tiene tanta luz, además cada uno ve sus propios sueños.
- Y ¿Por qué se vacía?
- No se vacía.
- Pero, para que se vuelva a llenar, antes tiene que vaciarse.
- Ya te he dicho que no se vacía, le caben todos los sueños, ilusiones y esperanzas.
- Y ¿Por qué no se ve así todos los días?
- Porque tiene una cara oculta.
- Aahh!
Fermincito mantuvo unos segundos de silencio, para alivio del padre.
- ¿Cómo sabes que tiene una cara oculta; si no se ve?
- Todo el mundo lo sabe.
Al niño no le convenció la respuesta, pero notaba que el tono de su padre había cambiado, y guardó un prudente silencio.
Por fin se ha callado, pensó el padre, pero el silencio duró muy poco.
-¿Sabes si vive alguien en la luna?
Cuando un niño empieza a preguntar.... Me gusta cuando dices que cada uno ve su propio sueño. Muy bonito Juajo. Un abrazo
ResponderEliminarEstos días hay luna llena. Bravo Juanjo, ¡muchas gracias!
ResponderEliminar