Nico contemplaba la redondez de la luna plateada en el cielo. Había sido un día horrible en el nuevo colegio. Los niños lo miraban con cara de pocos amigos, y salió con un ojo morado.
Por eso pidió a la luna que lo llevara lejos.
De la luna salió un hilo brillante que se acercó a su ventana. Lo agarró fuerte y subió hasta el cielo. Se sentó en una nube, desde donde podía ver el mundo en un cómodo asiento.
Un día se quedó dormido en la nube y su mano dejó libre el hilo que lo unía a la luna.
A medida que la nube se deshacía saltaba a otra, de forma que no paraba nunca de saltar y saltar.
Pasó por muchos países, pero no pudo conocer nada ni jugar con nadie. Se sintió el ser más desdichado del mundo.
Por eso al sonar el despertador, y verse en su habitación, desapareció su miedo. Decidió que ese día, en el colegio, ¡lo iban a conocer muy bien sus compañeros!
Miró hacía el cielo y, sonriendo, pensó que en algún lugar la luna estaría echando un cable a alguien.
Gracias, Valentina, por introducirnos en ese mundo infanil que manejas también. Sin duda eres una gran escritora potencial de cuentos infantiles...
ResponderEliminarUn abrazo