Antes de abrir los ojos, repasó la lista de los amigos que tenía que felicitar y hacer un balance del año.
No pudo recordar ninguna de las dos cosas, su marido subió la persiana y la deseó los buenos días con un beso. Estaban en la casa de sus abuelos en Boiro.
Sebas la tocó torpe, buscando más la excitación propia que la de Lali. Tras conseguir lo que buscaba Sebas se durmió.
Lali se levantó a escribir un cuento de Navidad para la revista del pueblo como cada diciembre. Las luces del Belén la recordaron que tenía que felicitar por WhatsApp a los cercanos y lejanos amigos; pero no podía recordar sus nombres.
Decidió seguir el guion de un relato suyo de Navidad.
Nadie notaba nada raro, se comportaban como muñecos de un cuento: suegros, consuegros, tíos, primos, sobrinos… todos con el móvil viviendo el fin de año en la pantalla.
Yo se lo duro que han sido estos meses para Lali, su curación tras la quimio, sus momentos grises en la intimidad.
Lali se inventa los mejores cuentos y, de vez en cuando, las cenas de chicas se convierten en cena y pasión con Carlos, su profe de escritura creativa.
No se me ocurre mejor manera de cerrar el año que con tu maravilloso relato. Cada vida tiene unos motivos, uno encuentra la felicidad a su manera. Un abrazo, Rafa.
ResponderEliminarGracias Rosa. Suelo escribir un borrador y luego reducirlo hasta las 200 palabras. Pero hay veces que te viene una historia a la cabeza y sale sola. Aquí el protagonista era el olvido como forma de sobrevivir a las Nocheviejas y con el año nuevo recordar todo; así todos los años. Pero salió Lali con sus guiones y un amante que la hacía feliz… jejeje
ResponderEliminarPrecioso mensaje en tan escueto relato, Rafa.
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