Del primer olvido se salvó por los azotes de Anselma. Su respuesta, un vivo llanto que, con los puños cerrados y la frente arrugada, decoloró el tono azulado que ya le iba tintando el rostro.
Los olvidos de sus primeros años, frecuentemente provocaron un efecto similar al primero. ¿Que olvidó echarles comida a los becerros? Azotes, llanto y frente arrugada. ¿Que olvidó los ríos que desembocan hacia oriente? Azotes, puños cerrados y el llanto interno que solo contiene la vergüenza de sentirse observado.
Creció y conoció a María, pero, solo cuando consiguió olvidarla, se volvió a enamorar.
Se casó, una boda que le dio tres hijos y que, pese a lo prometido, rompió el olvido y no la muerte; el olvido de los cumpleaños, de las cosas que hacen sonreír y de las caricias que cubrieron alguna vez sus cuerpos.
No pudo, no quiso, olvidar a Antonio, el pequeño, cuando su alocada cabeza y la velocidad se mezclaron en un coctel explosivo entre las chapas del Ford Fiesta.
Más tarde, haciendo honor a la nueva situación, sintió júbilo cuando pudo olvidarse de madrugar. Después comenzaron los olvidos tontos, las llaves en casa, el pan cuando se baja a por pan, lo que contaron hoy las noticias… y, cuando llegaron los menos tontos, dejó de ser él.
La segunda vez que olvidó respirar ya no estaba Anselma y una capa de tierra le cubrió.
Muy bueno tu relato Alicia. Has personalizado el olvido en tu personaje. A través de el vemos las distintas caras del olvido hasta llegar a las más profundas y graves hasta llegar al olvido último y antecesor del final .
ResponderEliminarTu relato, sin embargo no caerá en el olvido.