Solamente las nubes y la torre de la iglesia, con su cigüeña y su gran nido sobresaliendo, pero estable, por los bordes, era lo que veía Andrés desde el camastro por el ventanuco enrejado de su celda.
Solo eso le acompañaba en su encierro.
En tres meses la cigüeña nunca había fallado; según abría los ojos por la mañana, ahí estaba ella, y él sabía que le miraba, que le contaba, con su crotoreo y su ligero batir de alas, toda la libertad que había en sus vuelos.
En esos momentos Andrés soñaba y dejaba de pensar en lo paradójicamente cerca que estaba la iglesia de la cárcel y lo rápido que vendría el cura llegado el momento. Se le olvidaba que posiblemente Emilia ni siquiera iba a tener una tumba donde llevarle flores, y eso le dolía porque sabía que las lágrimas que no caen sobre los muertos se cristalizan y pinchan para siempre la garganta. Y Emilia le dolía más que la muerte.
Pero hoy ya casi clareaba el día y el nido estaba vacío. Andrés se apretujó contra la manta rasposa para protegerse de su ausencia y de la fría madrugada que despuntaba.
El repentino ruido de la cerradura le sobresaltó y el miedo le hizo orinarse en los pantalones, nunca le traían el desayuno al amanecer.
Un nido de cigüeña son mil nidos porque, entre sus ramas, anidan mil gorriones y otros pajaritos pequeños. Es una ciudad que acompaña nuestras vidas y, en el caso de tu relato, a Andrés. Algo es algo y, menos, es la soledad y la tristeza absoluta. Lo has dejado en un punto inquietante, Alicia.... Gracias por tu maravilloso relato.
ResponderEliminarMe gusta pensar que algunas cigueñas ya no migran para que Andrés o tantas otras personas así puedan seguir aliviando su encierro. Algo parecido a lo que un nido de golondrinas conseguía en el ánimo de un adolescente enfermo hace muchos, muchos años...
ResponderEliminarPues mira, Rosa, yo que soy más urbanita de lo que me gustaría, no tenía ni idea de lo hospitalaria que es la cigüeña con otros pájaros, supongo que serán vecinos bien avenidos.
ResponderEliminarJulián, esa justificación de la no migración de las cigüeñas es mucho más optimista que la de que no lo hacen porque tienen vertederos a mano, está bien pensada
De la sinergia saben más los animales.Solo algunos humanos se percatan de ello como Andrés.Estoy de acuerdo con Julián en que las aves no migran si hay encierros que aliviar.En mi caso, durante el confinamiento ,fué una pareja de palomas.
ResponderEliminarQué necesarios son las aves y animales y qué bien alivian nuestro pesar, como a Andrés. En mi confinamiento también la naturaleza que podía ver me resultó más grata que nunca, alguna vez se acercaba algún pájaro, que supongo estaría extrañado de no ver un alma.
ResponderEliminarMagnífico relato Alicia, con un final que nos deja el alma encogida.
Magnífico relato Alicia. Se me ha ocurrido que sería un estupendo corto pero luego he pensado que ninguna imagen podría describir la poderosa fuerza de tu frase, " las, lágrimas que no caen sobre los muertos se cristaliza y pinchan para siempre en la garganta"
ResponderEliminarLe sostuvo la cigüeña y no quiso ver su final. La mezcla de consuelo y desesperación que haces me ha encantado. Un placer leerte, como siempre.
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