Las cigüeñas no anidan en los países en guerra, ni las flores crecen entre la hierba, ni hay hierba acariciando la tierra, ni tierra queda para sus muertos… La esperanza se subasta y nadie puede comprarla. “Un mundo sin esperanza está derrotado”, algo así debió decir alguien en la tele cuando Omar salió a la terraza a desenfundar su rabia, gritando hasta enmudecer el alma.
Desde hace unos días no hay colegio, sólo se oyen las bombas y no hay sitio seguro donde refugiarse; su hermano de dos años llora asustado porque tiembla la casa. La pantalla habla del problema de la pandemia que es terrorífico en la India; en Europa están abriendo los bares por los buenos resultados de la vacunación y piensan en donar vacunas a los países pobres.
Omar se dice que tiene que llegar a esos países tan ricos, que allí se recargará de esperanza y podrá aprovechar su talento; que si su mundo está derrotado, él no… De repente una lluvia sorda de cascotes funde en negro sus sueños, antes de empezar a creer en ellos.