El mundo es un lugar muy grande pero porque tú eres pequeño aún. Crecerás y harás como yo decía Abel, nuestro vecino de puerta, y extendía sus brazos ante mis ojos de niño abarcando el armario de su dormitorio.
Abel era un hombretón en un cuerpo viejo con un corazón aun alegre a pesar de la marcha de Gabriela, pero yo creía que era una fuente de palabras cuando decía que somos agua y que algún día volveremos al mar. Como hacen los ríos que, desde que nacen en el corazón de las montañas, discurren creciendo a cada paso hasta que,anchos y profundos, desembocan en los océanos.
Ese armario era como el mundo porque abríamos ceremoniosamente sus puertas y ante mí no debía ver tan sólo la ropa que guardaba, incluso alguna prenda de Gabriela que desde hacía dos años buceaba con peces y medusas. Veía sus viajes. Un sombrero venido del sur de América, unas bermudas que navegaron el Nilo, calzado que recorrió ciudades hermosas y llegó al pie de montañas sublimes. Un pañuelo azul enorme que cubrió a Gabriela.
Que tengas muy dulces sueños polares ;)
ResponderEliminarMe ha encantado tu viaje al polo a través de tu camiseta de osos polares. Precioso relato, Julián!
ResponderEliminarUn beso,
Belén