Puede ser que esta tierra se
me queda pequeña, aunque no en tamaño, su grandeza no es suficiente, veo a
diario su belleza y nada, parece que me entero, pero
hay algo que aunque esté contento
se me escapa y yo quiero más.
No encuentro más salida que apuntarme al vuelo
E-324ª destino a Prácolin (Planeta claramente amable convertidor de incrédulos)
en la estrella Balldelfín.
Amenizamos; nos reciben una
especie de cetáceos que viven en una
esfera acuática sin fin, pues todo el planeta es un inmenso mar azulado. Otros
tres humanos, una coliflor, un camaleón y yo, todos dichosos inconformes y únicos viajeros del E-324ª, entramos en la sala de transmutación y al agua.
No tengo nada y todo; no hay
fronteras, ni normas, ni consignas, solo el agua, no hay caminos para elegir,
solo la intuición y esa sensación de compañía elegida, estoy solo y acompañado
en todo momento por seres como yo. Estamos vivos
Transmutación inversa, ya veo la luz azul de la tierra y siento una
enorme alegría, veo su acogedora
enormidad; ahora sin caminos ni
consignas, siento mi instinto humano y una renovada capacidad, sentirme en compañía.
Y ahora, a navegar.
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