En mi agencia de viajes me encuentro en mi salsa. ¡Cuánto le gusta a la gente viajar!: cada vez hay más ofertas y lugares más lejanos que visitar. Empiezo a pensar que podría programarme un viaje por el espacio, aprovechando los miles de cupones que tengo del centro comercial donde hago la compra cada día.
Haría escala en Marte, donde si duda habrá tiendas de “souvenirs”. Proseguiría por la Via láctea…y…
Me despierta mi nieto, Ricardo, riendo, y se echa sobre mi regazo. Salimos al jardín y lo encuentro precioso con sus árboles, flores y pájaros. Me llama atención la pequeña fuente en el rincón de la rosaleda y observo como corre el agua.
Entonces me inclino por pensar que esto es más bonito que el soñado viaje espacial con tanta nube o tanta nada. ¡Definitivamente, me quedo con el tren a Aranjuez!
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