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domingo, 14 de octubre de 2018

01. Adela. Julián Rumbero Castro

Decían que la sabiduría de Adela era visible a los ojos ciegos porque el olor de sus flores era la luz que iluminaba los pasos de sus sueños. Dalias, hortensias, claveles y pendientes de la reina decoraban la estancia y su voz traía sus condiciones y necesidades, sus orígenes y hasta alguna leyenda. También se decía que la podían oír las personas sordas porque sus manos eran una alianza de violines, trombas y flautas cuya música armonizaba las articulaciones vencidas por el dolor de los accidentes, hasta conseguir, a veces, estallar carcajadas si algunas cosquillas trepaban el espinazo y llegaban hasta el cerebro para agradecer el regreso de las fibras nerviosas y el lenguaje de las neuronas que daban sus órdenes a la risa. Adela era sabía y moteaba el café molido con canela antes de verter el agua logrando un sabor delicioso y excitante que degustaban juntos, ante los ventanales de la enorme sala, complacidos con los árboles de octubre teñidos de carmesí, amarillo y ocre.

1 comentario:

  1. Julián, tu relato ha sacudido todos mis sentidos y los ha llenado de vida. Excelente manera de usar las palabras. Tú sí que eres sabio. Un abrazo.

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