¡Qué confundida que estoy!
Suponía que para ser una persona sabia, bastaría con estar horas y horas estudiando, metiéndome en la cabeza toda clase de libros. La verdad es que los libros son una fuente de aprendizaje, pero después de tantos años de existencia, he llegado al convencimiento, de que lo que más te enseña es la experiencia del tiempo vivido.
Entre las cosas que he aprendido, quizás, de las más importantes han sido: el sentirse útil y saber llenar de alegría los espacios por donde te lleva la vida; el no dejar que la tristeza te invada, y que al mal tiempo hay que ponerle buena cara. En el peor de los casos “en que nos llueva”, entonces sacamos el paraguas.
La pena es que te empiezas a dar cuenta de este aprendizaje, a medida que la piel se nos arruga.
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