“Malos tiempos nos han
tocado vivir, hijo. Esta maldita guerra y la terrible sequía, nos han secado
hasta las lágrimas. Mira las ovejas, parecen alambres lanudos. ¡Y gracias que
nos quedan estas pocas! Las subiremos a los prados altos de Cazorla, a que
engorden” me dijo. Salimos de madrugada, levantando polvo, subiendo caminos que
bordeaban, como muelles, las empinadas laderas, con la boca seca, sin ganas de
nada, solo de vivir y llegar. Al olor de los verdes prados las ovejas apretaron
el paso y los perros las rodearon para juntarlas. Ayudé a mi padre en dos
partos; aprendí, por el ladrido de los mastines, si merodeaban zorros o lobos;
observé cómo vuelan las águilas cuando acechan a los corderos. Vino mi tío, que
vivía escondido en la sierra. “¡Estás hecho un hombre!”, dijo abrazándome y me
regaló mi primera navaja. Fue la única vez que vi llorar a mi padre.
Con las primeras lluvias iniciamos el descenso, nosotros por las trochas, las aguas por sus cauces. Al llegar vi a mis amigos en el río y, rápidamente, saqué mi navaja para afilar un palo. Se quedaron ojipláticos. Les saludé, pero seguí caminando, pues ahora tenía obligaciones que cumplir.
Con las primeras lluvias iniciamos el descenso, nosotros por las trochas, las aguas por sus cauces. Al llegar vi a mis amigos en el río y, rápidamente, saqué mi navaja para afilar un palo. Se quedaron ojipláticos. Les saludé, pero seguí caminando, pues ahora tenía obligaciones que cumplir.
Rosa Bonheur. Serie: pastores
!Qué bonito micro sobre cuando los humanos y las ovejas cohabitábamos! Ahora ya todo es otra cosa, porque la tecnología ha cambiado casi todo; seguramente el padre de hoy no le regalará a su hijo una navaja, sino una máquina digital, pero lo importante es que la imaginación continue...The show must go on!
ResponderEliminarUn relato duro de aquellos tiempos. La pena es que el fondo, poco ha cambiado para los parias del mundo...
ResponderEliminarTengo que buscar en diccionario un par de palabros tuyos...
Un abrazo Rosa