La ELA, agazapada para sorprendernos en una esquina del camino en mayo de 2015, nos ha puesto cara a cara frente a muchas situaciones cotidianas que han cobrado protagonismo para que nos demos cuenta de esos detalles que nos hacen autónomos o nos convierten en dependientes.
Mi padres, como paciente y cuidadora, me están enseñando mucho sobre cómo aprovechar cada momento porque, a pesar de las dificultades, se puede ser feliz.
Disfrutando de pequeños detalles cotidianos: un abrazo, llorar o reír juntos, una partida de cartas, restaurar un mueble viejo, aprender un plato nuevo, disfrutar de la impresionante vista desde el Parador de Toledo, el desayuno compartido los jueves con quien no nos deja caer, sentir el cariño de los que nos dan la mano cuando piensas que no puedes más, una mirada que encierra todo sin palabras, contemplar una puesta de sol, sentir la lluvia en el rostro, entregar nuestro esfuerzo para cuidar al que lo necesita, estar atento a sus lágrimas silenciosas, …..tantos momentos únicos y especiales que perdemos en el día a día.
Cualquier momento es bueno para ser feliz y disfrutar de la vida que queda por vivir.
Sólo hay que abrir los ojos y contemplarlos.
No solo has relatado y retratado una realidad dura en una forma positiva y llena de vida, sino que, además, trasmites sinceridad y contagias la forma de sacarle provecho a cada segundo de nuestra existencia. Gracias por estar en nuestro blog y aconsejo comentéis los micros de los otros compañeros que también experimentan y comparten emociones similares. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Antonio
ResponderEliminarNo he tenido tiempo aún de leer otros relatos pero lo haré.
Un saludo
Has dado en el clavo Ana Cristina: la felicidad es un camino de pequeñas cosas que te alimentan y que colman cada segundo de tu vida. Las grandes hazañas son otra cosa. Yo también me quedo con al sencillez del día a día. Gracias por este maravilloso microrrelato. Un abrazo.
ResponderEliminarAna Cristina, tu canto a la vida es una verdadera delicia. ¡Gracias!
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