Hace frío y llueve. Tengo los pies mojados y me duelen. Quiero llegar a
casa, cambiarme de ropa y sumergir mis pies en agua caliente durante
horas.
Abro la puerta y me encuentro con la alegría viva de una respiración acelerada, unos ojos desmesurados de contento, unas orejas recibiendo el cariño de mis palabras y un hocico que da bocaditos de bienvenida.
Ya no tengo frío. Recostada, con los pies calentitos, la ropa seca y mi perro tumbado a mi lado, leo y siento el placer de estar viva.
Abro la puerta y me encuentro con la alegría viva de una respiración acelerada, unos ojos desmesurados de contento, unas orejas recibiendo el cariño de mis palabras y un hocico que da bocaditos de bienvenida.
Ya no tengo frío. Recostada, con los pies calentitos, la ropa seca y mi perro tumbado a mi lado, leo y siento el placer de estar viva.
A veces la felicidad está en pequeñas cosas que alegran la vida, y si nos sentimos queridos, ¿qué más podemos pedir? También creo que es una actitud saber saborearla y tú tienes esa actitud tan positiva, Belen. Un beso
ResponderEliminarEso es lo que pienso Valentina. Tú también eres una auténtica maestra en saborear todo lo bueno que se te acerca. Un besote.
EliminarLos que tenemos chuchos se muestran siempre igual, pero Kino va mas allá: me hace todas esas tonterías para que lo saque de paseo y empiezo a sospechar que lo hace por su propio interés, ja, ja
ResponderEliminarBelén, la vida es eso: un día sencillo, sin complicaciones; un poco de afecto y la sensación de haber tenido un buen día. Nada más y nada menos, Belén. Qué bien leerte, amiga.
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