Empezamos julio, el mes más caluroso del año,
con temperaturas tan altas que parece que el sol vive entre nosotros. Todo
el planeta está de vacaciones, excepto la cigarra, que es cuando da la
tabarra, según el refrán y que cuanto más aprieta el calor, más canta. Ya se
escucha el rumor del chupinazo, del verano en la playa y empiezan a endulzar
los melones y sandías. Es un mes de siestas largas, gratos paseos al atardecer
y de compartir las noches con los amigos, al fresquito de la luna.
Y llega el tema del mes: naufragios, náufragos,
viajes imposibles que no llegan al destino inicial, sino a una tierra,
cualquier tierra que no sea un espejismo. Aquí os dejo un relato de Vivian
Paletta a modo de ejemplo y advertencia. Espero que os guste tanto como a mí. Espero que vuestro Robinson Crusoe también sobreviva.
Tierra
Viviana Paletta

Ya no podíamos. Cada vez costaba
más encontrar a quien quisiera subir al palo mayor a desquiciarse los ojos para
ver una señal. Un día, además de sirenas y delfines que acompasaban el ritmo de
la nave, vimos un batiburrillo de ramas con pétalos pegados, como una corona que
nos daba el mar. El primero que la vio no dijo nada, pensando que era otra
travesura de su delirio. Pero la vio otro, y otro más, y nos pegamos a la borda
queriendo esperanzarnos. El grumete trepó a la cofa y se quedó allí cuatro días
con sus noches, intentando ver. Sólo nos pedía agua dulce. Fue el primero en
discernir, entre tanto aire, ráfagas con otro olor, a flores, a maleza, a
lluvia terrenal.
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Fuente: Por favor, sea breve 2
Antología de microrrelatos. Ed. Páginas de Espuma
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