Dicen que el tiempo lo cura todo, que el viento arrastra los recuerdos y los difumina entre las hojas de otoño, que la lluvia... esa lluvia que nos empapó de deseo; sería ceniza esparcida en algún nicho, que la nieve con su blanco no hay hierba que resista, ni si quiera la que creció donde hicimos el amor, y que la helada mata las flores que cogí para ti, cuando desnudos escribíamos en la piel del otro nuestra historia, entre las nubes y un sol que calentaba nuestra casa de pizarra en un pueblo perdido de Guadalajara.
Cuerpos a los que amé y me amaron en los mismos lugares donde te desnudé y me acariciabas. Pieles que mis dedos surcaban con aceite de almendras y limón, como hacía contigo. Labios, besos y mas besos que me estremecieron, que llegaron hasta el tuétano de mi ser; como nos ocurría desde el primer beso que nos dimos.
Veinte y dos días entre agosto y septiembre de dos mil tres. En la discoteca de moda, me enseñaste la cicatriz en equis del pecho izquierdo con una sonrisa, yo me prometí que cuidaría de ti aunque te enfurruñases cada vez que te preguntaba para qué un cigarro más, por qué quemar un futuro juntos, por qué un beso con sabor a despedida.
El día de tu santo marcó el inicio del final. El silencio, este silencio de dudas y recuerdos. Una fuente de la que manan palabras... poemas, prosa escrita con la cicatriz de un desencuentro que habita en mi.
Esta carta de despedida a los recuerdos es un intento más de secar un mar agridulce, un mar de los sargazos, un bosque del edén al que vuelvo para ser feliz imaginándonos juntos.
Una despedida imposible que las palabras hacen posible, mi querido amor.
Que historia tan bien contada, tan triste y a la vez evocadora. Ya sabes Santa que la belleza perdura en los recuerdos y siempre podemos volver a ellos. Gracias por tu historia.
ResponderEliminarGracias Gema por tus palabras… Es una suerte tener este grupo de lectura y escritura… Cada una de nosotras es una puerta a mundos bellos y desconocidos… Bs
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