Arancha sentía el frío helador como un invasor implacable que lo colonizaba todo. Y mucho más el viento helador y silbante. El viento silba cuando sopla con gran intensidad al encontrarse con un obstáculo a su paso. Se estrecha y se acelera provocando el silbido. Y ese silbido estaba volviendo loca a Aranxa. Le recordaba ese idílico pero engañoso paisaje que veía por la ventana y que, en realidad, era una intemperie hostil hecha solo para los oriundos de aquel lugar.
Era bióloga y estaba haciendo su tesis sobre ciertas bacterias resistentes al frío extremo en Sisimiut, un pueblo de Groenlandia. Pero estaba pensando en cambiar la tesis y escribir sobre los efectos del frío en los seres humanos. ¡Dios, cómo echaba de menos, no el calor, sino el frío de León, su tierra natal! Esos páramos helados de Sisimiut, cada vez que tenía que salir, le hacían jurar a lo Scarlett O’Hara, que jamás volvería allí aunque le ofrecieran dirigir el Departamento de Biología de la universidad más prestigiosa de Groenlandia.
Pero la vida da giros inesperados y lo que sí le ofrecieron fue hacer un post doctorado en Marruecos para una investigación totalmente diferente. Por supuesto, después de volver de Sisimiut, le pareció el paraíso.
Ahora, cuando siente el sofoco pegajoso del calor africano en su piel, añora el silbido del viento y el frío helador de Sisimiut.
¡Qué imágenes tan poderosas e inolvidables nos regala el cine! Me ha encantado la promesa a lo Scarlata O'Hara, muy visual y contundente, sobran las palabras. Lo malo de los extremos es que te das cuenta de lo enorme que es el término medio. Y cuanto más inalcanzable, más enorme. Precioso relato, Gema. Gracias por estar aquí.
ResponderEliminarNunca estamos a gusto… A mi en verano me acuerdo de la Filomena y en invierno de Arancha… Menos mal que tenemos estos micro relatos…Bs
ResponderEliminar