- Abuelo, ¡cuéntamelo otra vez!
- Pues dicen que Cupido y Psique, aunque vivían juntos en el Olimpo, se echaban de menos. Después de tanto tiempo, habían perdido la pasión. Cuando se tocaban ya no notaban esas corrientes que les hacían cerrar los ojos y estremecerse, no sentían urgencia por besarse y recorrerse la piel. Cada vez había más cariño y menos amor. Pero los dos estaban dispuestos a hacer lo que fuera por desearse de nuevo, y a los dos se les ocurrió la misma idea al mirar el carcaj de Cupido apoyado en la pared. Era arriesgado, sus flechas sólo se habían probado con humanos y no sabían qué efecto tendrían en la carne divina, pero se decidieron.
No sin miedo, se colocaron uno frente al otro, cada uno con su flecha en la mano y, apuntando al corazón, las clavaron con fuerza: Cupido a Psique, Psique a Cupido. Cayeron a plomo perdiendo su inmortalidad. Sólo tuvieron tiempo de abrazarse: su mejor abrazo.
Hoy continúan abandonados, en aquella pared del Olimpo, el arco y las flechas que nadie ha vuelto a disparar jamás.
- Entonces, ¿fue así?
- Bueno, las leyendas inventan lo que somos incapaces de explicar. Ahora, ¡a dormir!
- Vale, pero mientras cierro los ojos, me cuentas de nuevo cómo era antes el mundo, cómo era aquello de enamorarse.
He disfrutado mucho leyendo tu versión de flechazo entre Cupido y Psique. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarOh qué original leyenda... Hoy en día las flechas se tiran en tinder o vaya usted a cualquier web...
ResponderEliminarA ver si vuelve Cupido
¡Qué leyenda tan deliciosa, Alicia! No me extraña que el niño pida que se la repitan una y otra vez. Un abrazo.
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