En 1930 Venetia, estudiante de
mitología en Oxford, bautizó Plutón, el planeta enano descubierto por el
Observatorio Lowell. Un año antes nació José María, así que pronto cumpliría noventa
años.
Vivía
los últimos con la oreja pegada a su maestra, una radio casi tan vieja como él.
Supo que esa mujer había fallecido y que había investigado el papel de las aves
en la creación de los mitos. La garza era considerada el símbolo viviente de la
curiosidad así que se palpó el cuerpo pero no reconoció rastro alguno de
ninguna garza. Tan sólo su deseo de saber más y de volar.
Su familia quería hacerle un regalo y le
preguntaron qué le gustaría. Llevarme a Plutón, respondió. Eso está muy lejos,
le dijeron, habían pensado en el mar, más próximo y que aún no conocía. José
María no dijo nada. Simplemente sonrió.
El 22 de agosto viajaron de noche para
evitar el calor y llegaron con el amanecer a la playa de la Sirena Loca, el día
de su cumpleaños. No le preocupó la broma de que el mar no estaba. Es por la
marea, pero volverá, dijo, el mar regresa siempre, y escogió un asiento entre
las rocas brillantes y teñidas aún de reflejos lunares. Luego rogó silencio. Hasta que descubrió una garza real.
Aquí estaremos bien, dijo muy bajito. Sólo
tenemos que esperar. Si una garza bautizó a Plutón, otra lo reconocerá en el
firmamento, dijo José María, y se acomodó mirando las estrellas.
Muy bonita historia. Me ha picado a mi también la garza de la curiosidad y he buscado información sobre Venetia. Con 11 años puso el nombre a Plutón y con 89 lo vio por primera vez por un telescopio. Me imagino su emoción.
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