El verano la estación favorita, el calor, echándolo de menos durante todo el año. Uno de los mejores recuerdos son los veranos en el pueblo de donde es mi familia, “en un lugar de la mancha de cuyo nombre…..” yo si quiero acordarme y no olvidarlo nunca. De pequeña soñando todo el año con el viaje y el despertar por las mañanas en el dormitorio de la casa de la abuela. El calor, la siesta, el pueblo desierto hasta las diez de la noche que salían a sentarse en las puertas de las casas y cuando pasabas andando saludando una tras otra a todas las personas allí sentadas y respondiendo a: “de quién eres?, tú no eres de aquí”, pues sí lo soy, mis padres lo son y mis abuelos y aunque nací en Madrid llevo la sangre manchega del campo de calatrava por mis venas y en mi cabeza aquellos campos de tierra rojiza llenos de olivos y cepas de uvas. Deseando que acabara el colegio para volver allí y volver a ver la higuera gigante dando sombra al patio entero y las Feria que empezaba el día 1 de agosto.
Hay otra cosa igual de bonita que todo esto: el mar, otro de mis amores, su olor, su color y el sonido de las olas. Los bellos recuerdos siempre nos benefician y deben estar bien sujetos a nuestro cerebro, ellos nos ayudan a pasar los momentos difíciles.
Hay otra cosa igual de bonita que todo esto: el mar, otro de mis amores, su olor, su color y el sonido de las olas. Los bellos recuerdos siempre nos benefician y deben estar bien sujetos a nuestro cerebro, ellos nos ayudan a pasar los momentos difíciles.
Cuántos recuerdos tenemos asociados a las fiestas del barrio o del pueblo, y cada cual más vívido e intenso. Y qué gracia hace recordar la necesidad de la gente del pueblo por saber quién eras, a qué familia perteneces. Me has trasladado a mi infancia. Gracias, Marisa, por compartir tan bonito relato.
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