Miedo
es ver volar la cortina del pasillo en
una noche de tormenta cuando, después de
una película de terror, debes ir al baño; Miedo también es soñar que caes por un
acantilado al huir desesperadamente de un león. Pero el verdadero Miedo es el que sentíamos en
3º de EGB cuando sor Carmela, después de corregir nuestros dictados, se
levantaba y, con cara de genio malvado, nos decía “ya sabéis niñas: una falta,
un capón”. En esos instantes la clase se convertía en un cuadrilátero y el
silencio era tal que se escuchaba la rotación de la Tierra. Cogía un dictado
con la mano derecha, afilaba los huesudos nudillos del puño izquierdo y llamaba
a la primera víctima. Más que un gran dolor, con cada capón sentías cómo vibraba
tu cerebro y se te revolvían las tripas. El resto, hundidas en nuestras sillas,
rezábamos con todas nuestras fuerzas rogando por no haberla pifiado con una b
mal puesta o una h sin poner.
Ahora mi hijo se ríe de mí porque
no tolero las faltas, ni siquiera en wasap.
No sé cómo explicarle que, cuando veo una, siento vértigo, dolor de
cabeza y unas incontenibles ganas de rezar.
Bueno al menos algo bueno te dejo sor Carmela,¿no?
ResponderEliminarJa ja entretenido relato coincidente con la maoría de nuestra niñez. En mi caso me acuerdo del drácula, un profesor de latín, cuya mirada y dientes incisivos nos aterrorizaba...
jajaja. A mí las monjas me daban los famosos "pellizcos de monja". Muy evocador de tiempos lejanos tu relato. Un beso grande
ResponderEliminarGracias Rosa veo que las monjas eran igual🤓Mis recuerdos de infancia son muy dulces salvo las imágenes del Raimundo Lulio ese franciscano llamado Alfonso k te molía a capones si hablabas en la fila para ir a clase o ese profe de C. Sociales que te hacía copiar La lección después de molerte el culo a reglazos si no te la sabias...
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