Era un hermoso día de verano. Me había levantado tarde después de una noche llena de alcohol y vacía de sentimientos. Decidí dar un paseo por la pequeña playa de forma de herradura del pequeño pueblo de pescadores donde me alojaba. Mis pies se hundían en la fina y mojada tierra de color de desierto, dejándose acariciar por la espuma de las tímidas olas que se deslizaban por la arena a impulsos discontinuos, mientras reflexionaba que le faltaba a mi vida. De repente vislumbré, en una de las puntas de la playa sobre una gran roca, una figura femenina desnuda de medio cuerpo hacia arriba. A medida que iba acercándome a la visión, tenía la sensación que una extraña fuerza me atraía hacia el lugar. Al llegar pude admirar la cara de una mujer joven, bella y con una cabellera rubia que le caía irregularmente hasta la cintura. Sus ojos me atraían, al igual que sus labios sensuales. Me sonrió y comenzamos a charlar como si nos conociéramos de toda la vida y no pude resistir besarla. Hubiera sido la mujer perfecta de mi vida de no haber sido por su cola y escamas.
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Divertido relato y muy imaginativo. Supongo que se le pasaría la tristeza, no? Porque es para morirse de risa. ¡Qué mala suerte!
ResponderEliminarParece que se lo tomó con sentido del humor... Me ha gustado mucho tu relato, Antonio. Un abrazo
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