Esta mañana no hace viento, no hay ruidos amortiguados ni siquiera el recuerdo del mar; el cielo es un desierto azul. La cabeza de Daniel lleva días habitada por huracanes. Su gato recién operado de un tumor en la garganta, no mantiene en su cuerpo lo poco que come; sus riñones también fallan. Es un gato de ochenta y ocho años, en edad humana.
Es curioso como situaciones límite, desesperadas, enfrentarse a una despedida para siempre; puede volver a unir tras años deshabitados.
Esta mañana sin saber por qué, escribió a su padre; y su padre contestó. Recibió todo el cariño y afecto olvidado hace tiempo.
Quizás la adopción de ese gato hace diez y ocho años fue una forma de volcar afectos que no le salían con las personas; pero Miau se convirtió en un gato arisco al año, como Daniel al cumplir la mayoría de edad.
Aguantó años de zarpazos y heridas de Miau, meados por los rincones, cortinas y sofás llenos de cicatrices causadas por las uñas del maldito gato.
En la vejez, por fin, consiguió que durmieran juntos, que ronronease al sentir las caricias; notó su mirada agradecida por los cuidados de años.
Después de ir al veterinario con su padre, comerán juntos, charlarán como hace veinte años. Igual Daniel ronronea en brazos de su padre...
Gracias, Rafa, por estar siempre aquí, con tus letras, con tus lecturas, con tu presencia. Siempre, siempre mil gracias.
ResponderEliminarJajaja No hace falta Rosa, es un placer compartir este lugar literario… por cierto cuando puedas borra esta entrada que se me fue el dedo y te he mandado un relato repetido de septiembre.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu relato, ahora voy a llamar a una amiga con la que discutí hace meses, y a ronronear, si es posible.
ResponderEliminarNo está mal releer de vez en cuando y más, cuando son relatos como este, tu dedo debía saber que merecía la pena releerlo. Feliz año, Rafa
ResponderEliminarGracias Alicia. Estoy dando forma al último relato del año, que es la continuación del relato de noviembre… Felices fiestas Bs
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