Vaya resbalón, el pobre no se esperaba que María le contestara que era más fácil que hubiera escarcha en el infierno, que ella fuera su pareja.
Miguel se quedó helado con la frialdad con que le contesto María, al fin y al cabo, llevaban siendo amigos más de tres años en los que él siempre había estado a su lado, también cuando a ella se le rompió el corazón; su antigua pareja la engañaba sistemáticamente con todo ser vivo, incluso una noche de borrachera le tiró los tejos a él y aguanto estoicamente el tirón a pesar de que Mónica estaba y está terriblemente buena.
Tampoco sirvió de nada todas las veces que la acompaño a su casa, en alguna ocasión la tuvo que meter en la cama por lo perjudicada que estaba, y se quedó durmiendo a su lado respetando las distancias.
María miro a Miguel, con una frialdad propia de un cubito de hielo, le dijo: venga hombre, no es para tanto, ya sabes que yo te quiero como a un hermano, nos tomamos una cerveza y pelillos a la mar.
Miguel, que no sabia decir no, saco diez euros del bolsillo, pidió dos cervezas y empezó a graznar de tal manera que todavía hoy, no ha cesado.