Caminaba con mi sombra y vi una gaviota picoteando una botella de cristal. Alguien preguntó. ¿Contendrá algún mensaje? La rescaté de las rocas y descubrí un rollito de primavera, más largo y flaco. Pude extraerlo con una horquilla que una mujer me prestó. Sus cabellos cobrizos se deslizaron sobre su cuello de garza, el pelo sobre su piel formaba un hermoso paisaje. Desmelenada, me pidió que leyera y obedecí pues, haciéndolo, sospeché que me regalaría de nuevo su voz graciosa.
Leí.
Joao tiene un don: habla con el mar. Se agacha en la orilla e inclina su cabeza para que sus orejas como caracolas escuchen mejor las voces del océano. Cuando le dijo que soñaba con contemplar una nevada, el mar le regaló una voz blanca vestida con un gabán negro. Estaba medio muerta y tendida en la playa de Provetá. Al pingüino de Magallanes lo llamó DimDim porque siempre es más fácil curar a alguien si tiene nombre.
Meses después, ya curado, el pingüino desapareció, pero Joao dijo: “Volverá; DimDim es como el mar, regresa siempre “.
Así fue, y ya son años yendo y viniendo. Yo también creo que la felicidad es eso: el instante cuando el mar te habla, el momento en el que socorres la vida de un pájaro, la risa de los niños cuando DimDim regresa.
A ti, que ahora lees estas palabras, te pido que me ayudes a compartirlas.”
La mujer se recogió sus cabellos y mientras cumplía el ruego me regaló su nombre.
Qué bonita historia y qué bien escrita. Yo también creo que la felicidad es eso, pequeños instantes imprescindibles como que el mar te hable, socorrer un pájaro o la risa de unos niños cuando DimDim regresa. Gracias y feliz Navidad.
ResponderEliminarNo sé qué decirte que no te haya dicho ya. Que es un placer leerte. Que me encanta tu imaginación y tu prosa poética. Que es un placer que estés aquí. Y que Feliz Navidad, sobre todo. Un abrazo.
ResponderEliminarBravo Julián!! Ha sido una maravilla leerte. Me encantó cuando leí que se cura mejor a quien tiene nombre, pero te superaste con el final del relato, qué bien contado
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