Cuentan que el emperador no volvió a ser el mismo.
Siempre se había mostrado con bellas galas admiradas por todos, con las que se sentía seguro ante sus súbditos, que veían en él a un líder cercano que los representaba, sin haber querido nunca indagar en lo que había debajo de esas ropas que tanto les deslumbraban… Hasta ahora.
Lo cierto es que, después del vergonzoso desfile, pese a que el monarca puso todo su empeño en recuperar el apoyo de los que antes le aplaudían, ya nadie fue capaz de olvidar lo que había visto aquel día.
Ni siquiera él mismo consiguió volver a ver la regia figura de siempre al mirarse al espejo. Cuentan que, incluso, envejeció y que su familia le esquivaba al cruzarse con él por los salones de Palacio.
No le quedó otra opción que exiliarse a sus alcobas y dejar el gobierno de su Imperio al príncipe heredero, que se vistió con sus mejores ropas en la coronación, pues aún no le había embaucado ningún sastre extranjero con sus promesas.
Sí, eso cuentan, que el emperador que cazaba elefantes no volvió a ser el mismo desde que se le vio desnudo.
Yo también creo que más allá del final empieza lo mejor del cuento, y tu microrrelato es el mejor ejemplo de ello. Excelente manera de continuar con la vida del emperador que no pudo volver a ser el mismo. Espero volver a leerte por aquí. Un abrazo.
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