"Siempre he soñado con despertar de forma tranquila y natural, sin las voces de los hijos del tercero cuando les levanta su madre, sin el pitido de coche porque alguien tarda en arrancar en el semáforo, los ladridos del perro del quinto porque se queda solo, el camión de la basura…
Ha llegado ese día. Me desperté a las nueve, en vez de a las seis y media. Extrañado, me levanté para afeitarme y vestirme a toda prisa para ir al trabajo.
El bus no venía, ni pasaba ningún coche por la calle principal. Cogí el coche y llegué en cinco minutos. En la oficina no había nadie, pensé que sería domingo, pero la fecha del móvil indicaba que era lunes…
El silencio era sepulcral, las hojas caían como una lluvia maldita en este otoño. El viento jugaba con ellas, parecían mariposas ocres con vida hasta caer en el suelo. Una corta vida revoloteando unas con otras como si fuese verano.
En el barrio. Llamé preocupado a Charo, a mi madre, a mis hijos, nadie contestaba, me había quedado solo.
Pienso en ellos… en Charo; me fui sin darle un beso. Besar es lo que más añoro desde entonces."
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