¿Sabías que los mitos y los cuentos son la ilusión de los niños?
Andrés era uno de esos niños que durante la guerra civil carecía de libros infantiles para parvulitos, pues en aquella época no existían las clases para ellos.
Pero Andresito fue haciéndose mayor. Tanto le gustaban los cuentos que le contaba la abuela Sabina, de la que nunca pronunció su nombre completo, pues para él su nombre era Sabia. Y eran tantos los cuentos, rezos y mitos que ella le contaba, que el niño aprendió a retenerlos en su inconsciente, a estar y a volar dentro de ellos.
Un día la abuela le contó la fábula del congreso de los ratones, donde uno de los asistentes pondría un cascabel al gato en lo que nunca se pusieron de acuerdo. El niño dio un salto inesperado y, entre caricias y besos, repetía diciendo: “Eres una sabia, te quiero, te quiero. Cuando yo sea mayor quiero ser como tú para contar cuentos”
Como la vida pasa como una sombra, los años pasaron. Andrés estudió arquitectura y un día soñó edificar rascacielos en Marte. Pero como los sueños, sueños son, le despertó la voz y la risa de la abuela Sabia, que desde el más allá le decía: “Deja de dormir tu fantástica siesta, no te duermas en los laureles. Andrés, ¿no ves la realidad? El mundo está en crisis. Piensa en los parvulitos a los que no les llegan mis cuentos. ¿Serías tú, capaz de…….?”. Lo haré, abuela, mis sueños se frustraron en Marte, pero te prometo que desde hoy vuelvo a empezar a contar esos cuentos que tú me enseñaste. Actuaré de cuenta cuentos en las aulas de los más desfavorecidos. Es mi ilusión, hoy vuelvo a empezar a ser niño.
Andrés era uno de esos niños que durante la guerra civil carecía de libros infantiles para parvulitos, pues en aquella época no existían las clases para ellos.
Pero Andresito fue haciéndose mayor. Tanto le gustaban los cuentos que le contaba la abuela Sabina, de la que nunca pronunció su nombre completo, pues para él su nombre era Sabia. Y eran tantos los cuentos, rezos y mitos que ella le contaba, que el niño aprendió a retenerlos en su inconsciente, a estar y a volar dentro de ellos.
Un día la abuela le contó la fábula del congreso de los ratones, donde uno de los asistentes pondría un cascabel al gato en lo que nunca se pusieron de acuerdo. El niño dio un salto inesperado y, entre caricias y besos, repetía diciendo: “Eres una sabia, te quiero, te quiero. Cuando yo sea mayor quiero ser como tú para contar cuentos”
Como la vida pasa como una sombra, los años pasaron. Andrés estudió arquitectura y un día soñó edificar rascacielos en Marte. Pero como los sueños, sueños son, le despertó la voz y la risa de la abuela Sabia, que desde el más allá le decía: “Deja de dormir tu fantástica siesta, no te duermas en los laureles. Andrés, ¿no ves la realidad? El mundo está en crisis. Piensa en los parvulitos a los que no les llegan mis cuentos. ¿Serías tú, capaz de…….?”. Lo haré, abuela, mis sueños se frustraron en Marte, pero te prometo que desde hoy vuelvo a empezar a contar esos cuentos que tú me enseñaste. Actuaré de cuenta cuentos en las aulas de los más desfavorecidos. Es mi ilusión, hoy vuelvo a empezar a ser niño.
He disfrutado como una niña con tu cuento Pilar. Me ha acercado al tiempo casi olvidado de mi infancia!
ResponderEliminarUn beso,