Jaime Ríos hizo lo que tenía que hacer, sujetando como pudo su corazón desecho.
Miró al cielo y vio como cambiaban de color las nubes de blancos a ocres, silenciosamente. Trayéndole recuerdos de su infancia. El olor del tren expreso esperando para partir...en la estación del Norte -.
Aquellos días felices en las playas de Lugo, descubriendo a qué sabe el mar.
El azul del mar es tan grande y salvaje que una vida no basta para llegar a entenderlo; y sin embargo su eco cabe en una caracola.
- Ella no me enseñó a nadar. - Ella no nadaba.
Entonces decidió escribir un poema o lo que surgiera, para aferrarse a él como un náufrago y sobrevivir.
- Ella no escribía poesías. - Recordó con melancolía.
-A veces sentí celos de la gata que acariciaba por la noche. -
Jaime Ríos sonrió, con las imágenes de unos pollitos salidos del cascarón, en el regazo de su madre; como si fuera una gallina.
Estaba preocupado. ¿Sería capaz de desprenderse de la ropa que aun olía a Ella? Su estómago era una hoguera llena del ayer.
Recordó que su madre boxeó con la vida hasta el final. Se levantó y se puso los guantes de Ella.
Precioso relato, Rafa. ¡qué bien contado! Bien contada la imagen del mar y bien contados los recuerdos de la madre. Han llegado
ResponderEliminarMuchas Gracias Alicia… el móvil colocó automáticamente una foto de mi madre que está muy guapa… su cumple era en septiembre…
EliminarEstá escrito directamente desde el corazónBs
Boxear con la vida es lo que han hecho todas las madres y sus guantes son su legado.Yo también lo hice pero es muy cansado y decidí bajarme del rin. Ahora solo peleo con las olas del mar y tampoco...porque prefiero dejarme llevar y mecer.
ResponderEliminarMuy bonito homenaje, Santa. Me has recordado a mi madre que también fué una campeona en peso pluma.
Hooola Carmen, menuda generación la de nuestros padres… En realidad pasamos el día peleando con esa voz que te quiere llevar por el camino fácil…
ResponderEliminarA veces con levantarse y ponerse las gafas es suficiente…Bs