Ya ha llegado. Por fin. Las vacaciones están aquí. Maletas, mapas, bañador y gafas de sol. Ah, y el ordenador, que no se me olvide, que tengo que escribir el microrrelato del verano. Me lo tomaré con calma: los primeros días los emplearé para conocer el barco, sus piscinas, restaurantes, peluquerías... Ahora que lo pienso, entre nadar, pasear por los países en los que haremos escala, cenar, bailar, no sé cuándo voy a leer y escribir. Lo mejor será que lo haga ahora, que todavía estoy fresca, que sigo teniendo los dedos acostumbrados al teclado del ordenador del bufete. Ya sé, voy a inventar el viaje de este verano y, cuando acabe, escribiré otro microrrelato que sea fiel al verano que he tenido, así comparo, porque no importa cuántos escriba si lo que quiero es contar algo.
Así lo haré. Bueno, voy a empezar, a ver qué sale...
DE CRUCERO
Me cegué, lo reconozco, pero no pude controlarme. Eran ellos
o yo. Diez años ejerciendo de abogado en
bufetes de pacotilla, ahorrando para irme de crucero, sin salir de noche, fines de semana, ni siquiera al cine y ¿con
quién me toca ir en el barco? ¡Con una convención de abogados! Sábado:
fiesta de disfraces de jueces del siglo XVII, con pelucas y encajes;
domingo: Feria de abril con birretes en lugar de peinetas; lunes:
simulacro de juicio por hundimiento del Titanic, encerrando de por vida al acusado
iceberg en un descomunal gintonic.... ¿Es que nadie quería, simplemente, ligar?
¿Nadie conocía chistes normales?... Hasta que ya no pude más. Fui a la sala de
máquinas, encendí un cigarro, prendí la mecha, salí a cubierta y preparé
el bote. ¡Hasta el humo de la explosión me olió a pliego de descargo.....!
¡Madre mía! Creo que debo cambiar de trabajo. ¡Espero que no sea una advertencia y me toque hablar de pleitos en el crucero! En fin. Ahí llega el taxi que me lleva al aeropueto. Me voy. ¡¡FELIZ VERANO A TODOOOOOOOOS!!