El tremendo abandono de la casona teñía de misterio la zona de
caballerizas, un inmenso jardín con cenador, un estanque y un pequeño
laberinto de setos; decían estar habitados por el espíritu de sus
antiguos moradores.
Paula, Angelines y yo, nos retamos a que éramos capaces de entrar al atardecer, saltando por la tapia del jardín. Armada de valor empuñé una linterna, no podía ser el hazmerreír de la cuadrilla.
El olor a lilas recién cortadas nos dirigió al cenador: un hombre de nacarada figura le regalaba un ramo a una mujer casi etérea. Nos escondimos. Sonaba una música fantasmal, como los que bailaban a la luz de la luna por toda la eternidad. Desaparecieron por el ruinoso laberinto y bajaron por unas escaleras de caracol hacia las entrañas de la tierra. Sólo yo les seguí, hipnotizada. Sus cuerpos brillaban y como una estela sembraban de luz mi camino estrellado. Bajo un cielo rojo con dos lunas azules, un hombre me cogió la mano y me puso un anillo granate en el dedo, con paternal ternura. Bailamos en el cenador sobre una nube...
Abrí los ojos. Un señor de bata blanca y ojos azules limpiaba la sangre que resbalaba por mi frente. Miré el anillo en mi dedo y sonreí.
Paula, Angelines y yo, nos retamos a que éramos capaces de entrar al atardecer, saltando por la tapia del jardín. Armada de valor empuñé una linterna, no podía ser el hazmerreír de la cuadrilla.
El olor a lilas recién cortadas nos dirigió al cenador: un hombre de nacarada figura le regalaba un ramo a una mujer casi etérea. Nos escondimos. Sonaba una música fantasmal, como los que bailaban a la luz de la luna por toda la eternidad. Desaparecieron por el ruinoso laberinto y bajaron por unas escaleras de caracol hacia las entrañas de la tierra. Sólo yo les seguí, hipnotizada. Sus cuerpos brillaban y como una estela sembraban de luz mi camino estrellado. Bajo un cielo rojo con dos lunas azules, un hombre me cogió la mano y me puso un anillo granate en el dedo, con paternal ternura. Bailamos en el cenador sobre una nube...
Abrí los ojos. Un señor de bata blanca y ojos azules limpiaba la sangre que resbalaba por mi frente. Miré el anillo en mi dedo y sonreí.