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lunes, 22 de diciembre de 2014

02. En blanco y negro. Pilar Santos Adrados


No te lo pierdas. El cine nos atrapa, una película hace visibles las cosas, sean reales o de ficción, un buen lector sólo puede verlas haciendo volar su imaginación.

Recuerdo los primeros años de mi juventud en un pequeño pueblo de Castilla, en aquel lugar el cine era efímero, itinerante, en blanco y negro y mudo.

Era la víspera de un seis del mes de diciembre, los nómadas chirigoteros hacían sonar sus chuscos cantares al son de improvisados instrumentos musicales anunciando, por todas las calles, la película “La cigarra arrecida entre la nieve” que proyectarían al día siguiente en el salón del baile. Aquella víspera de fiesta la gente formó un barullo de sillas en la sala, querían reservar un puesto para ver mejor la película, pero nosotros éramos jóvenes y jugábamos a pasarnos las sillas unos a otros, así cuando acudieran nadie podría encontrar la suya y el divertimento sería mayor.

La mañana del día seis, San Nicolás, patrón del pueblo, amaneció nublado, uno de esos días en los que el hombre del tiempo no se equivocaba, había anunciado nevadas, y así fue. En pocas horas un espeso manto de nieve cubrió las calles en grandes ventisqueros. 

En casa, contemplando mi traje de fiesta y con la nariz pegada al cristal de la ventana, llegó la noche. Sin más luz que la de una vela, me acosté temprano pensando lo que le habría ocurrido a aquella pobre cigarra que nunca pude ver.


3 comentarios:

  1. Qué bien describes la emoción que suponía ir al cine hace años. Yo me acuerdo de ver una peli de El Gordo y el Flaco en un cine de verano varias veces, hasta que el adulto que venía con nosotros se hartó y nos hizo ir a casa para desconsuelo nuestro. ¡Enhorabuena!

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  2. No eres la única, Pilar, que tiene los recuerdos enganchados a una película o al mundo del cine. Las imágenes se mezclan y tú las has escrito estupendamente. Gracias por compartirlas. Disfruta de estas fiestas.

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  3. Que bueno leer y disfrutar tu relato, Pilar. Me trasladas a esa época de mi niñez, en mi pueblo, reconozco las tremendas nevadas y la única televisión en el salón de baile (que servía para todo), y que la mayoría de las veces estaba rota. La magia que surgía de sus películas y de las actuaciones en la calle de equilibristas itinerantes. Muy buena descripción. Me gustó mucho. Un abrazo.

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