Blog para enfermos, familiares, voluntarios y miembros de AdEla. El jurado valorará la historia, contenido, imaginación y creatividad y NO tendrá en cuenta la puntuación, ortografía ni formato, pues sabe las dificultades de algunos de vosotros para escribir. También puedes comentar microrrelatos ajenos con respeto y crítica positiva. Lee los microrrelatos publicados para que te anime a empezar. ¡Suerte!

jueves, 31 de octubre de 2024

BREVE PAUSA

AVISO:

Por razones personales debo irme de viaje durante 15 días y no me puedo llevar el ordenador, por lo que no podré publicar entradas en el blog hasta el día 18 de noviembre. Podéis enviar los microrrelatos al correo de siempre para que los publique cuando vuelva, o retenerlos en vuestro ordenador o cuaderno, para que acaben de madurar y se vuelvan más luminosos y creativos (es broma).

¡Nos vemos a la vuelta!

martes, 29 de octubre de 2024

02. Ajedrez. María Hita

Moví la pieza. Hacía frío, las hojas naranjas caían en la terraza. Mientras esperaba el próximo movimiento me puse a pensar en lo que pasaría si ganaba. Nuevas oportunidades, ganaría suficiente dinero para poder irme fuera, al extranjero, llevaba años soñando con ello. Dejaría atrás todo lo que conocía, vería nuevos mundos, aunque dejaría atrás a mi hermana, a mi familia, a mis amigos…. Un último movimiento, si movía al alfil había ganado, sólo tenía que dejarle paso a la reina, parecía todo tan sencillo, demasiado sencillo.

 Entonces recordé a Flamenco, era mi caballo.

Mis padres solían llevarnos a mi hermana y a mí equitación cuando éramos pequeñas, hasta que un día tuvimos que dejar de ir por la crisis, años más tarde, cuando la situación económica había mejorado decidimos volver, la mayoría de los caballos no habían sobrevivido al frío y  a la mala alimentación, y los que sí habían sobrevivido fueron vendidos, nunca los volvimos a ver, ni siquiera nos avisaron. Fue entonces cuando empecé a enfocarme más con el ajedrez, y cuando decidí que quería irme de esta ciudad

Estaba tardando mucho tiempo en hacer el movimiento, supe lo que tenía que hacer, moví el caballo. 

sábado, 19 de octubre de 2024

01. El ruego. Julián Rumbero

¡Vengan a verme!, estoy bonito y fragante. Crecí bien, cuidado y querido. Soy ancho y fuerte, y colores no me faltan; tengo los que ustedes quieran que el Sol ardiente o los fríos de nieve sólo me mudan las trazas y el tono, pero siempre engatuso a todo ser que me ve o me huele.


En mí viven la melancolía, la pasión, la ternura, la sospecha y tantas otras variables del alma e imaginación humanas. Gritó una poetisa e hizo bien, que soy un mundo en el mundo como lo es el agua marina y los tejados de la Tierra. Así que soy también refugio y habitación de muchos seres y bien distintos: criaturas grandes que alivian sus picores en mis figuras. O anidan, me trepan; me conmueven, ateridos, buscando el consuelo de mi calidez, o fatigados la frescura de mi sombra.


Sí, vengan a verme; verán que cuando me caminen, creerán que sus pies son la voz de los grillos. En sus ojos se les figurará un arco iris y el correr de las fuentes naturales les hablará de mi alma sencilla.


Vengan, aún están a tiempo. El fuego sigue lejos. Vengan a protegerme y yo podré seguir cuidando de los sueños de ustedes.


martes, 1 de octubre de 2024

Octubre: mes de nieblas, brumas, nebulosidad, cerrazón...

Empezamos octubre, un mes precioso, lleno de color, de matices y también de nieblas y brumas que difuminan los contornos y que nos sumen en un ambiente onírico, como de ensueño. 

Es un mes estupendo para pasear, para salir al campo y ver cómo las plantas, los árboles, aprovechan la energía de las hojas antes de dejarlas caer. La verdad es que, si lo piensas bien, qué bonito es el ciclo de las plantas: sus brotes, sus flores y luego su aprovechamiento energético antes de cerrarse al invierno.

 Los humanos ese ciclo lo tenemos en vaivén: algunos días estamos primaverales; otros otoñales; y otros una niebla espesa nubla nuestro entendimiento y nos ciega a cualquier razonamiento medianamente lógico, y nos enfadamos tanto que luego nos reímos cuando entendemos que ni era para tanto ni era tan importante. En fin, cosas que nos pasan.

Y esas cosas son las que queremos leer. Todo eso. Así que anímate y cuéntanoslo. Estamos esperándote.


03. Caricias y zarpazos. Santa

Esta mañana no hace viento, no hay ruidos amortiguados ni siquiera el recuerdo del mar; el cielo es un desierto azul. La cabeza de Daniel lleva días habitada por huracanes. Su gato recién operado de un tumor en la garganta, no mantiene en su cuerpo lo poco que come; sus riñones también fallan. Es un gato de ochenta y ocho años, en edad humana.


Es curioso como situaciones límite, desesperadas,  enfrentarse a una despedida para siempre; puede volver a unir tras años deshabitados.


Esta mañana sin saber por qué, escribió a su padre; y su padre contestó. Recibió todo el cariño y afecto olvidado hace tiempo. 

Quizás la adopción de ese gato hace diez y ocho años fue una forma de volcar afectos que no le salían con las personas; pero Miau se convirtió en un gato arisco al año, como Daniel al cumplir la mayoría de edad.


Aguantó años de zarpazos y heridas de Miau, meados por los rincones, cortinas y sofás llenos de cicatrices causadas por las uñas del maldito gato.


En la vejez, por fin, consiguió que durmieran juntos, que ronronease al sentir las caricias; notó su mirada agradecida por los cuidados de años.


Después de ir al veterinario con su padre, comerán juntos, charlarán como hace veinte años.  Igual Daniel ronronea en brazos de su padre...


02. Una cita en la tormenta. Alicia del Caz

Llevaba quince minutos protegida de la lluvia en el asiento de la marquesina. Inquieta, empezaba a pensar que todo fue una fugaz ilusión. Ella, que ya no creía en el amor, ahora solo deseaba que apareciera y la demostrara que estaba equivocada. Cuando la espera empezaba a desanimarla, salió del techado para que el agua la calara, un poco para recordar, un poco para atraer la magia de aquel día. 

Aquel día, hace ya tres semanas, los dos coincidieron refugiados en la misma marquesina del 18, esa en la que ahora, ella, esperaba inútilmente. Ese día, debajo de su ropa empapada, sintió en la boca del estómago aquellos gusanillos que ya no recordaba, su timidez cedió ante la charla animada que se entremezclaba con las risas y los ojos brillantes. 

Hablaron mucho, de todo, mientras llovía; atropelladamente, para contarse más cosas. Conectaron y se vieron reflejados en las gotas de agua que bajaban por sus rostros. Se besaron. Los dos eran reacios a creer en el amor, así que, cuando cesó la tormenta, hicieron un trato, no se darían los teléfonos, a cambio, acordaron una cita en aquel mismo banco para la próxima tormenta; si se encontraban, los dos recuperarían la fe.

Cuando las nubes se calmaron, con el corazón encharcado, paró al 18 que se acercaba. Mientras subía por la puerta delantera, un hombre que, debido al colapso del tráfico llegaba tarde, bajó corriendo por la trasera y se quedó petrificado en la acera frente a una marquesina solitaria.